viernes, 22 de julio de 2011

"Memorias de Uke": Nuestro Ultimo Verano






El día era cálido y caminaba de vuelta a casa, distraído. Pasaba junto a un parque cuando vi una silueta conocida, si era el, Sebastián.
Habíamos tenido una gran pelea la última vez que nos hablamos pero eso no evito que se acercara y me saludara.
Vestía ropa deportiva, se notaba que vivía cerca, el nunca saldría en esas fachas a ningún lugar lejos de su casa.

-Hola, ¿vas a casa? – me saludo como siempre, invitándome un cigarro de su cajetilla con un gesto de la mano.

Así que ha eso había salido – Hola – sonreí – No fumo ya sabes, solo cuando estoy nervioso. ¿Y qué haces por estos lugares? – imaginaba su respuesta, pero quería que me confirmara mis sospechas.

-Salí por cigarrillos, se terminó mi cajetilla. ¿Quieres venir a mi departamento? – pregunto sin más.

-Claro, ¿Por qué no? – estaba sorprendido no esperaba una invitación.


Cansado de vivir en el mismo lugar Sebastián, había cambiado de casa nuevamente. Para el tiempo que llevábamos este era el tercero o cuarto hogar que yo conocía, siempre lleno de lujos y comodidades, mi gato vivía con él y aunque  las cosas ya no estaban tan bien entre nosotros, me alegre mucho cuando me invito para conocer su nuevo departamento.

- Guau!! – fue mi reacción al ver el lugar.

Ese día hacía mucho calor, aunque ya era tarde la temperatura aun no bajaba.


El lugar era amplio y esta vez las paredes estaban cubiertas con un tono chocolate oscuro, combinado a la perfección con un rojo escarlata y dorado. Una pared completa de vidrio me decía que allí estaba la terraza, siempre le habían gustado los lugares en los pisos altos y con una buena vista.

-Pasa ¿Quieres algo de beber? - sin más, camino a su habitación para cambiarse la ropa deportiva que llevaba puesta.

-Solo agua, gracias – me dio un vaso con agua pura y vi cómo se servía whisky en las rocas. Camine por el lugar, fijándome en los detalles.

Sebastián camino hacia la pared de cristal y detuvo frente a esta - Ven a ver esto. – sonrió y abrió la puerta para que pasara. Sebastián, no sabía que me gustaba estar metido en el agua. Pero eso no evito que sonriendo me indicará que saliera al jardín – Mira afuera Allen.

Salí al jardín, encontrándome con la inmensa piscina, sonreí - Puedo verdad - y sin pensarlo comencé a desvestirme, dejando la ropa amontonada en una de las reposaderas. Me acerque al borde de la piscina y me lance, mirando antes de hacerlo a Sebastián, que me observaba parado aun en el umbral del gran ventanal que daba al jardín.

El agua estaba deliciosa, mi piel agradecía la frescura del agua, estuve un rato ahí, nadando solo por la orilla, ya que no sé nadar.

Llame a mi Sebastián para que se acercara y me acompañara.

Como de costumbre él estaba con un vaso de licor en su mano, me observaba sonriendo tan guapo como siempre.

Después de un rato de molestarlo, se decidió a entrar en la piscina, lentamente comenzó a quitarse la ropa; no sé si lo hacía con alguna intención o qué, pero, me gustaba verlo desnudarse, su cuerpo era una tentación. Sebastián, era mi debilidad, y aún lo es.

Luego de tirar su ropa junto a la mía se metió a la piscina, acercándose lentamente, sexy y seductor como siempre.

Yo no tenía mucha escapatoria, mi limitada capacidad de nado me mantenía sujeto al borde y Sebastián aprovecho el momento para atraparme en sus brazos.

-Suéltate – dijo.

-No lo hare – respondí, si me ahogo será tu culpa.

-Vamos, confía en mí, no te soltare, estoy aquí – sonrió.

-Si, si, confía en mi – lo imite. Mis brazos se enredaron en su cuello y los suyos a mi cintura, nos besamos.
Todos los problemas que podíamos tener, todas las discusiones, se acababan ahí, en ese beso profundo y delicioso, que me hacía sentir que volaba; como puedo olvidar eso.

Las manos de Sebastián, recorrieron mi piel, tan sabias como siempre, sabia cada punto donde hacerme reaccionar, mis piernas se enrollaron a sus caderas, me sujeto con fuerza. Por un momento olvide que estábamos en el agua, el aprovecho el momento de jugar un poco, nos hundimos, Sebastián no me soltaba, me besaba con furia, que mi lengua dolía un poco, me tenía atrapado en sus brazos y yo comenzaba a desesperarme. Intente sacudirme para que saliéramos a tomar aire.
Salimos a flote, me separe de sus labios para recuperar un poco el aliento, el reía.

-No es divertido – rezongué – Eso fue cruel – me sacudía para soltarme.

-No te muevas – dijo poniéndose serio y mirándome fijamente, si te sueltas te ahogaras…

-Llévame a la orilla, quiero salir – volví a decir.

Sus dedos se pasearon por mi trasero, tocando, rozando mi entrada – Vamos quédate quieto – susurro con voz ronca, me beso nuevamente.

Sentí su lengua introducirse en mi boca y aproveche para morderlo con fuerza, Sebastián me soltó, empujándome, avance a la orilla, mientras el se trataba de recuperar por el dolor.

Salí de la piscina huyendo, recogí mi ropa y entre en la casa, tratando de vestirme a toda prisa.

El fuerte brazo de Sebastián, me sujeto – Donde vas, vas a huir como siempre. Me mordiste, me dolió y ahora te castigare – sonrió.

No es gracioso todo esto, Sebastián, siempre terminamos discutiendo por algo absurdo y si, prefiero huir, me asustas, casi me ahogas – me defendí.

Allen, deja de ser infantil, deja las pataletas, quédate, hablaremos, tranquilos, ¿esta bien? – me miro con su sonrisa maliciosa.

No, me voy – me solté de su brazo, tratando de vestirme.

No, no lo harás – Sebastián, arranco de un tiron la ropa de mis manos y me alzo en sus brazos llevándome a su recamara.

Intente zafarme, pero fue inútil, Sebastián me lanzo a la cama y se sentó sobre mis piernas – mírate, aun no te toco y ya estas excitado – paso sus dedos por mi casi erecto miembro.

Mi cara se puso roja, me cubrí con las manos. Sebastián sabia que con tan solo mirarme podría hacerme reaccionar, mi cuerpo no necesitaba tan solo de sus manos, solo escuchar su voz, me excitaba. Yo le pertenecía; y aun le pertenezco, desde la primera vez, desde que perdí mi virginidad junto a el. Mi cuerpo perdía las fuerzas frente a el.

Sebastián, aparto mis manos de mi rostro, se acerco a mi lamiendo mi mejilla y dando pequeños besos, dibujo con su lengua el contorno de mis labios, me mordió el labio inferior haciendo que sangrara – Tu sangre es siempre tan dulce. Dime Allen, me dejaras seguir o tendré que atarte.

Haz lo que quieras – dije sin sentido, cerrando los ojos.

Sebastián, rió burlesco – Claro que lo hare, por que te gusta, por que me necesitas, tanto como yo a ti.

Sus manos recorrieron mi cuerpo, sus labios besaron mi cuello, para luego recorrer con su boca mi pecho dando mordiscos a mis pezones, dibujando círculos alrededor de mi ombligo, dirigiéndose peligrosamente a mi miembro ya erecto y húmedo, una de sus manos se aferro a el masajeándolo de arriba abajo, lo beso, para luego abrir su boca absorbiéndolo todo.

Aahh!! – gemí, poniendo mis manos en su cabeza, desordenando su cabello.
Sebastián lamia rítmicamente mi pene, separe mis piernas, se aferro con más fuerzas a mí, poniendo sus manos en mi trasero, levantando mis caderas, soltó mi pene que estaba a punto de estallar y se dirigió con su lengua hasta mi entrada, me beso, sentía como recorría ese oscuro lugar, mojándolo, tratando de introducir su lengua en mi, me estaba volviendo loco.
Rápidamente me giro boca abajo, obligándome a apoyarme con las rodillas, con una de sus manos sostuvo las mías a mi espalda, con su otra mano se ayudo para poner su pene en mi entrada.

Sebastián, detente – jadee – Así no. Aahgg!!... – hundí mi rostro entre las sabanas, al sentir como entraba en mi centímetro a centímetro. El sabia que no me gustaba hacerlo así, sabia que me asustaba.

Vamos Allen, deja de esconder tu rostro, estas conmigo, solo disfrútalo, yo no te haría daño – susurro Sebastián.

Sabes que no me gusta así, me trae malos recuerdos – dije, entre sollozos ahogados, mientras mi cuerpo se sacudía por las embestidas.

Que terco eres – sonrió soltándome las manos y saliendo de mi, me recostó de frente a el, levantando mis piernas para enrollarlas en su espalda, entro en mi nuevamente, esta vez con suavidad, paso sus dedos por mis mejillas secando mis lagrimas – Eres tan lindo cuando estas así.

Te amo, Sebastián – dije absurdamente poniendo mis brazos alrededor de su cuello y acercándome para besarlo.

Sebastián correspondió mi beso, sin dejar de moverse, tomo mi pene entre sus dedos masturbándome – Quiero que te corras.

Aahh, aahh, Sebastián, no voy aguantar mas – gemí.

No lo hagas Allen, no te contengas mas – Su voz se volvía mas sensual, el también estaba apunto de acabar.

Los movimientos de su mano en mi pene y sus caderas chocando contra mi trasero aceleraron mi excitación y me corrí entre sus dedos – Sebastián, Sebastián – repetí extasiado.

Sebastián, al sentir que me corría, descargo todo dentro de mi, llenado mis entrañas de su semen, dejo caer su cabeza sobre mi pecho respirando acelerado. Se separo de mi, despacio, recostándose a mi lado, mirándome.

Yo aun intentaba recuperar la respiración y calmarme, lo mire – Te amo, Sebastián.

Sebastián cerro los ojos, emitiendo su acostumbrada respuesta – Aja.

¿Nunca lo dirás verdad? – me senté en la cama – Será mejor que me vaya – me levante de la cama, sintiendo como el liquido de Sebastián, corría por mis piernas, camine desnudo hasta la sala, comencé a vestirme.

Sebastián me siguió – No te vayas, Allen, quédate a dormir, hace calor y podemos volver a la piscina si quieres.

Lo mire, sonreí, terminando de ponerme las zapatillas – Esta bien Sebastián, debo volver a casa, le prometí a mama que llegaría a dormir. ¿Puedo volver aquí otro día?

Si, como quieras – respondió Sebastián antes de entrar al dormitorio y cerrar la puerta tras el.

Sentía pena al irme así, pero si tan solo el pudiera decirlo, se que seria todo diferente. Cerré tras de mi la puerta de la casa. Sonreí, me sentía estupido – Te amo, Sebastián – pensé – Como solo puedo decir eso cuando estoy contigo, con razón ya debes estar cansado de mi. Volveré mañana, intentare hacer las cosas diferentes y no te presionare, no importa que no lo digas, se que también sientes lo mismo que yo – suspire…

Un viento fresco corría aliviando un poco el inmenso calor de aquel día de verano.


FIN…